Imagina sentir el calor del sol egipcio sobre tu piel mientras contemplas las imponentes pirámides de Guiza, testigos milenarios de un pasado glorioso. Frente a ti, la Gran Esfinge te observa con su mirada enigmática, como si custodiara los secretos de los faraones. En ese instante, comprendes que Egipto no es solo un destino, es un portal a la eternidad.